La herida se mueve, por Luis Rodríguez. Tropo Editores.
Leer y sentir un hormigueo
en el estómago cuando terminas la última página. ¿Mariposas, herrumbre,
gusanos...? Un autor que convierte en crisálidas a todos aquellos que se
aventuran abriendo la primera página y que tras cerrar la última, el proceso de
metamorfosis culmina, y según quien seas, terminas transformándote en polilla o
en mariposa. En cualquier caso abandonas la candidez previa al abismo, ese
lugar donde la realidad hace daño.
Lector, aquí no hay una
novela, hay un talento desmedido que barre todos los clichés de la literatura y
deja su esencia más pura.
La editorial dice:
Una no-novela divertida,
desconcertante, desafiante, rara, enigmática, sorprendente y genuina. La novela
que pone a prueba tu pericia lectora.
Aquí no hay trama. El
narrador hace trampas. Hasta puede que el autor no exista. Y sin embargo, este
libro no es ninguna broma. Si creías que sabías de literatura o que eras un
lector entrenado, lee La herida se mueve. Seguro que cambias de opinión.
Miren, esto no es fácil.
Dejar un comentario sobre una novela en cuya contraportada se niega su
condición: “esto no es una novela”, se nos advierte. De la misma forma en que
se nos advierte que no tiene trama. Y que el autor hace trampas. Puedo estar de
acuerdo con la última afirmación, aunque “trampa” me parece una palabra
demasiado cotidiana para lo que uno encuentra en las páginas de esta herida
móvil. Yo hablaría más de un juego de prestidigitación. Nada por aquí, nada por
allá. Y, de repente, la mueca de perplejidad ante lo inesperado.
Por ejemplo, la trama, la trama móvil, como la herida, la trama guadianesca que
va y viene, aunque a golpe de retazo, la trama mutilada. No, no es justo negar
la trama, aunque sea una trama incompleta, o deforme, una especie de
formulación frankensteniana. No busquen algo armónico, no busquen equilibrios
apolíneos. Esto es otra cosa. Aquí no hay ni siquiera argamasa que amalgame los
pedazos, ni bisagras que permitan abrir las puertas que se intuyen. No busquen
comodidad, insisto, esto es otra cosa. Cómo lo diría. Esto son pecios, los
restos de un naufragio que uno va recogiendo en una orilla hostil, imposibles
de recomponer, porque siempre hay algo que se pierde definitivamente, pero que
permiten vislumbrar lo que había antes del desastre. Insisto: pedazos. Pedazos
cuyo valor está en la especial singularidad de su nueva condición. Y ahí hay
que detenerse y demorarse. En esos pedazos, a veces de pura elucubración
existencial, a veces de narración pura, cuya potencia se mide por su autonomía
con respecto al conjunto. Pedazos que se convierten en minas que van estallando
en la conciencia de quien decide enfrentarlos.
Así que no es una obra para abrir el gran angular. Sino para acercar el zoom al
máximo. O quizás para sacar el microscopio. Solo entonces uno puede plantearse
enfrentar la panorámica completa, aunque sólo sea para constatar la poderosa
sugestión que provoca la deformidad de la bestia: la historia de Mauro y
Genaro, emparentados a través del frágil vínculo de Maribel. Y ahí, quizás,
resida el secreto de todo. O no. Pero qué más da.
IVÁN TERUEL CÁCERES
«Todo amante de la
literatura desea siempre
encontrar a su propio ‘autor secreto’, esto es, a
un escritor que tenga pocos seguidores aun
cuando la calidad de su obra incite a pensar
que tendría que ocurrir lo contrario. Pues bien:
Luis Rodríguez puede ser ese ‘autor secreto’
que muchos andan buscando».
Álvaro Colomer, escritor y
crítico literario.
«Luis Rodríguez es una
especie aparte de
escritor, una exquisita rareza que no se parece
escribiendo a nadie, ni siquiera a sí mismo».
Vicente Luis Mora, escritor
y crítico literario.
«No os perdáis a Luis
Rodríguez. Es la revolución
literaria del siglo XXI, la revolución que las letras
necesita. Literatura a cuchilladas, salvaje, sin regodeos.
Un “purasangre” que sale del armario para
desconcertar al lector. Críticos, haced el favor de
criticar La herida se mueve»,
J.V. Centelles, librero.
http://www.elestadomental.com/diario/existe-luis-rodriguez
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