Un cómic, un libro sobre el comer, un Atlas y un ensayo abrumador sobre nuestro mundo
¡ELECCIONES! Mortadelo y Filemón. Magos del Humor,
por Ibáñez, ediciones B.
Desde pequeño leo los
“Mortadelos”, es esa lectura icónica que siempre consigue sacar una sonrisa
aunque hayas tenido un mal día. En este #179 Ibáñez se regocija en el
esperpento político, en lo cómicas que se han vuelto algunas “ruedas de prensa”
y el los programas “semánticos”, más que de “contenido”. Una nueva joya del
maestro del TBO español. Gracias Ibáñez.
El arte de comer. M.F.K. Fisher. Debate, con prólogo
de David de Jorge.
A David de Jorge lo vi
paseando por las afueras de Irún durante una Behobia. Una carrera memorable que
se realiza en San Sebastián. De Jorge empezaba su fama televisiva por aquel
entonces y al gritarle ¡Cocinero!, se embozó en su gabardina tímidamente. No me
extraña que prologue esta joya escondida de la cocina, pues ese carácter es
necesario para intimar con esta señora, que consiguió destilar los placeres de
la gastronomía de una forma sublime. Si te gusta el buen comer o pretendes dar
de comer a otros, lee a la Sra. Fisher, tendrás conversación sobre los secretos
de la cocina durante horas.
Atlas del mundo: Un insólito viaje por las mil
curiosidades y maravillas del mundo. Maeva Young. Premio Andersen. Un libro que
te permite dar la vuelta al mundo sin moverte de casa.
Una auténtica gozada de
libro que nos muestra las cosas más importantes de cada país de una forma
sencilla y divertida. Con unas ilustraciones maravillosas nos invita a pasear
con la vista por el mundo y descubrir su fauna y sus costumbres. No pierdas la
oportunidad de verlo. Ni te lo imaginas.
La sociedad de la transparencia, por Byung-Chul Han.
Herder. “El infierno de lo igual.”
Un libro que nos convence de lo absurdo de las redes sociales tal y como las
utilizamos, pues nos utilizan. Son un escaparate de egos en los que todos nos
mostramos felices y exponemos nuestros gustos, costumbres e ideologías de una
forma atroz que se usa de forma panóptica contra nosotros sin que seamos
conscientes de que estamos continuamente vigilados. En las RRSS no cabe el
rechazo público, así pues, la positividad continuada nos provoca desazón, ya
que no es real.
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