El espía del Rey, por José Calvo Poyato. Ediciones B
En 1748 medir
el mundo era una tarea que se escapaba del entendimiento y la Inquisición, ya
en sus finales, no veía conveniente que se divulgasen tales descubrimientos,
por no tener clara la finalidad de tales afirmaciones. La corte de Fernando VI
está llena de petimetres y tertulias de las que muchos aventureros quedan
prendados. Una de ellas llevará a nuestro protagonista a iniciar algo más
peligroso que el perderse por las selvas del amazonas: Un viaje entre Madrid,
Cádiz y Londres de la época, donde los espías y los asesinos tenían las mismas
artes.
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